jueves, 23 de septiembre de 2010

Cobijo.

 Jude Law.

    Muchos humanos dicen que les gusta el invierno, pero lo que realmente les gusta es poderse sentir protegidos frente a él. Para ellos la alimentación no supone ningún problema en invierno. Tienen fuegos y ropa de abrigo. El invierno no puede hacerles daño y, por tanto, aumenta su sensación de bienestar y seguridad. Para los pájaros y los animales, al igual que para las personas pobres, el invierno es otra historia.

Un fragmento de "La colina de Watership", de Richard Adams.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Armónica, con H.


Scarlett Johansson.

 

Bob Dylan - "Like a Rolling Stone"

    Gracias a este hombre quise aprender a tocar la armónica. Gracias a la armónica nunca me la compré. Gracias a esta canción de este hombre con esta armónica quiero volver a aprender a tocar la armónica. Gracias a mi persona no la compraré nunca. Gracias, armónica. Por cierto, a mí me gusta armónica con h. Así: harmónica. Y, por si a alguien le interesa, quiero atarme la Harmónica a la cabeza con alambres.

Internet.

Evan Rachel Wood.

- Qué tacto más suave tienes, nunca podría haber imaginado así tu piel.
- Estás tocando la pantalla del ordenador.
- ¿No es tu cuerpo?
- No. Es una pantalla. Y la teclas no son tu boca.
- Ah, voy a dejar de acercar el teclado a la pantalla...
- Mejor.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Los Santos Inocentes.




    Recuerdo, que cuando era pequeño, en casa, vi algunas secuencias salteadas de la película "Los Santos Inocentes". Los recuerdos pueden coquetear con el olvido y volver a la vida en cualquier instante; no importa el tiempo que transcurra, siempre acaban regresando. En el instituto, mi profesora de Lengua y Literatura nos puso a toda la clase la película de mis recuerdos: la oscura y claustrofóbica versión cinematográfica que Mario Camus hizo de la novela homónima de Miguel Delibes. Y recordé el temor que desde hacía años se había instalado en mi memoria. El cine tiene esa magia. Todavía tiemblo cuando recuerdo el largo y lacio cabello rubio de Caroline sobre una especie de pijama rojo (supongo que sería la Caroline de la segunda o tercera entrega de la saga Poltergeist y no la Caroline de la primera, puesto que esta última la volví a ver y no apareció ningún pijama rojo... y es que a los recuerdos del pasado hay que enfrentarse para analizarlos desde otra perspectiva.) 

    Y así, cuando mi profesora nos convocó para ver la película los recuerdos se me dispararon, y el miedo se transformó en frustración y, sobre todo, en agobio y desesperación. Los Santos Inocentes es una de las películas más claustrofóbicas con las que me he enfrentado aunque, lo cierto, es que el recuerdo de ese segundo visionado ahora también está coqueteando con el olvido, tornándose en imágenes difuminadas y sonidos distorsionados.

    Me sorprendo al recordarme entre risas mientras veía a un Azarías meándose las manos y llamando a su milana. Me frustro al pensar en toda una clase de apenas 16 años jactándonos de un pobre deficiente que amaba a un alado animal. ¿La adolescencia?, ¿la inmadurez?, tal vez. Pero sí que me reconozco al visualizarme asustado ante los gritos de La Niña Chica, al sentirme aterrorizado ante la repetitiva e hilarante música que tronaba en sus secuencias más decisivas y me enorgullezco al ver una clase de apenas 16 años callada ante un asesinato con una cuerda y un árbol.

    Hace unas escasas semanas me enfrenté al verdadero artífice de la historia. El libro de Miguel Delibes es corto. Demasiado. En menos de una tarde puedes saciarte de todas sus páginas. Seis capítulos en los que sólo hay 6 puntos (seguidos y aparte), los que separan un capítulo del otro. No hay más, el autor se apoya solamente en el uso de comas para hilvanar una historia de señoritos y criados de la España más castiza. Por eso, "Los Santos inocentes" me recuerda a ese "Otoño del patriarca" de Gabriel García Márquez, en la forma de presentárnoslo. Ambos escritores, versados en el uso de la palabra, en  el vocabulario castellano y, en como demuestran en estos dos libros, en el engaño en las estructuras de la lengua castellana, evidencian que no son necesarios miles de puntos para dejar boquiabiertos a lectores. Y, así, estos seis puntos me han hecho querer volver a reencontrarme con ese pasado audiovisual que forma parte de mi infancia y adolescencia. ¿Volveré a reírme?, ¿volveré a tener miedo?, no lo sé pero en eso consisten los recuerdos, en sorprenderte una y otra vez cada vez que vuelves a enfrentarte con ellos.


viernes, 17 de septiembre de 2010

;

DM Stith.

El piano tintineaba. Mi ansiedad lo acompañaba.
¿No hay letra?
No. Es tu respiración que canta.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

;

 Beach House.

- Cuando todo es fácil sabes que esa es la persona idónea.
- ¿Fácil de la manera en la que te pones las zapatillas y te atas los cordones por la mañana mientras piensas en que ha llegado septiembre y debería ya refrescar? ¿fácil de la forma en que montas en bicicleta olvidando cómo hacerlo y sólo quieres regodearte en tu dominio?
- No. Fácil del modo en que pedaleas una y otra vez consciente de ello, degustando cada movimiento cíclico. Fácil del modo en que piensas que si existen esas zapatillas tus pies siempre deberían estar dentro. Fácil de esa manera... de la manera en la que no te importa el camino a recorrer. La cuestión es pedalear, no ir a algún lugar. Sólo pedalear...


Johnny Nash - "Cupid"

jueves, 9 de septiembre de 2010

Una última página.


 Liv Ullman.


    Muchas veces hablan de niñas asesinadas e, instintivamente, a la opinión pública se le congela el corazón  permaneciendo así durante meses, como si sus bombeantes y sangrantes órganos hubiesen decidido instalarse en un distante y denostado congelador. Suelen ser niñas rubias, y si no comparten el cabello de esa clareada tonalidad sí que lo hacen sus rasgos delicados e infantiles. ¡Qué guapa que era!, siempre se dice eso de ellas; da igual cuál sea su nombre, dirección o rostro, siempre y, cuando digo siempre, me refiero a que no hay excepción alguna, todas son guapas y se sobrentiende que tenían un excelente futuro por delante. Si ahora pudiera hablar con total libertad y se me escuchara, como sucedía antes del macabro acontecimiento, le diría a todo el mundo que ninguna de ellas poseía ese futuro del que hablan y que, muchísimo menos, nunca habían pensando en vida en el destino que todos pensaban que podrían tener. 

     Cada uno aquí es diferente, pero se empeñan en cortarnos sobre el mismo patrón. La mayor parte de las que hay aquí podrían haber sido unas triunfadoras si no las hubiesen privado de su existencia pero otras muchas hubiesen acabado mendigando, llorando sus fracasos y lamentándose de toda su biografía e, incluso, habría alguna que podría haber provocado una guerra mundial. No todas aquí desprenden bondad y ternura, las hay con el corazón lleno de odio, como las olvidadas. Somos una lista, y nos meten en una cajita, ordenadas, facturadas, clasificadas. Hasta que aparecen nuevas adquisiciones y las que llevan más tiempo en lista son expulsadas de su posición de honor. Fuera de la cajita, les dicen, tenéis que dejar paso a las nuevas, les increpan. Y nos odian. Si pudieran nos matarían pues, por dentro sólo cosechan maldad, la que tenían en barbecho en la cajita. Aunque lo más seguro es que me equivoque y tal vez sea este sitio el que las vuelve malvadas...

     Los muertos, aunque todos los vivos nos recuerden de la misma forma, somos muy distintos. Muchos lloran, sin saber por qué y hasta cuándo lo harán, haciéndolo de la misma manera en la que en vida acudían a sus trabajos. Otros fallecidos nos sumimos en el silencio para poder pensar, aquí todo es silencioso a excepción de nuestros pensamientos; este lugar es un arrullo de la reflexión, el sitio que habíamos buscado tanto en vida para balancearnos y dormir. Detesto ver mi imagen en los periódicos, detesto ver mi silueta en movimiento una y otra vez sobre las pantallas de los televisores pero, sobre todo, detesto que la muchedumbre considere que su injusticia es la mía. Nunca he pensado en que me mataron y en que eso fue ilegítimo. En la vida todos tratan de vengarse de una u otra forma de lo sucedido, pero a mí no me importa.  

     Puede resultar inocuo o pueril pero yo sólo quiero averiguar qué sucedía. Y no pienso en mi vida, ni en lo que podría haber sido ni en cómo podría haber acabado, sólo pienso en la vida de mi protagonista. Constantemente pregunto por el final a todos con los que me encuentro por aquí, ninguno lo sabe, ya ni si quiera me contestan; el paso del tiempo en este lugar también es traicionero. Recuerdo que leía, que devoraba cada página y cerca del final sucedió, podría haber escapado al escuchar la puerta abrirse pero sólo quería saber qué encontraría en la última hoja. Preferí presentarme a escapar porque, unos minutos más allí y tal vez el tiempo jugara a mi favor permitiéndome llegar hasta el desenlace. Y ahora, al igual que a los vivos les sucede con mi final, me ataladra en el pecho saber qué aconteció. Pues, aunque no fuese más que alguien creado por una pluma y unas manos, para mí sigue siendo más real que la propia existencia. La mía. La robada.



Perfume Genius - "Mr. Peterson"

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Dos uñas de pie.


 Frou Frou.
 

"Nos encontramos, decía la señorita Pioch después de haber llorado, en el tranvía. Yo volvía del negocio - posee y dirige una excelente librería -, el coche estaba repleto, y Willy - ése era el señor Vollmer - me pisó con rudeza el pie derecho. Yo no podía aguantarme de pie; fue un amor a primera vista. Mas como tampoco podía andar, él me ofreció su brazo y me acompañó o, mejor dicho, me llevó a casa y, a partir de aquel día, cuidó tiernamente de aquella uña del pie que con su pisotón se me había puesto azul negruzca. Pero también en lo demás se comportó con mucho cariño, hasta que la uña se me desprendió del dedo gordo derecho y nada se oponía ya al crecimiento de una uña nueva. A partir del día en que se me cayó la uña mala, su cariño empezó a enfriarse. Sufríamos los dos por efecto de aquel decaimiento. Y en esto me hizo Willy, porque seguía queriéndome y también porque los dos teníamos mucho en común, aquella espantosa proposición: Deja que te pise el dedo gordo izquierdo, hasta que la uña se ponga azul rojiza y luego azul negruzca. Yo accedí y él lo hizo. Instantáneamente volví a entrar en posesión de su amor y pude saborearlo hasta que la uña del dedo gordo izquierdo se me cayó también cual hoja seca. Y nuevamente nuestro amor se hizo otoñal. Ahora quería Willy volver a pisarme el dedo gordo derecho, cuya uña había crecido entretanto, para poder seguir amándome de nuevo. Pero yo no lo permití y le dije: si tu amor es verdaderamente grande y sincero, ha de poder sobrevivir a una uña de dedo gordo. Pero él no me comprendió y me dejó. Después de varios meses, volvimos a encontrarnos en una sala de conciertos. Pasado el intermedio, y comoquiera que a mi lado había un lugar vacío, él se vino a sentar conmigo sin que yo se lo pidiera. Cuando durante la Novena Sinfonía empezó a cantar el coro, deslicé hacia los suyos mi pie derecho, del que previamente me había quitado el zapato. Él pisó y yo logré no perturbar el concierto. Después de siete semanas, Willy me abandonó de nuevo. Dos veces más pudimos todavía pertenecernos mutuamente por espacio de algunas semanas, porque en dos ocasione le tendía una vez el dedo gordo izquierdo y luego el derecho. Hoy tengo los dos dedos hechos una lástima. Las uñas no quieren crecer ya. De vez en cuando cuando Willy viene a visitarme, se sienta a mis pies sobre la alfombra y contempla conmovido y lleno de compasión para conmigo y para con él mismo, pero sin amor y lágrimas, las dos víctimas, desuñadas, de nuestro amor. A veces le digo: Ven, Willy, vamos al Bodegón de las Cebollas de Schmuh y lloremos allí a moco tendido. Pero hasta el presente nunca ha querido acompañarme. El pobre no conoce el consuelo de las lágrimas."

Un fragmento de "El tambor de holajala", de Günter Grass.

sábado, 4 de septiembre de 2010

Florence + The Machine - "Lungs" (2009)




 Cuando Florence Welch irrumpió en la escena musical con “Kiss with a Fist” nada hacía presagiar que esa chica de piernas kilométricas con actitud rockera podría acabar convertida en una posible diva del indie pop. Después de aquella canción grabó su primer disco y consiguió, que con un solo single en sus manos, lograra sorprender a todo el mundo con los temas nuevos que nos ofrecía. En “Lung (2009)” nada quedaba de aquella lolita transgresora que con medias a rayas parecía una decente heredera de Chrissie Hynde de The Pretenders. 



  La portada del disco ya nos hace presagiar qué vamos a encontrar dentro, y es que es todo tan barroco como la imagen de la carátula. Florence + The Machine cambiaron las guitarras de aquel “Kiss with a Fist” por el piano, las panderetas, el arpa y los tambores. Por muchos tambores. Si una cosa caracteriza a su música son los tambores que golpean reiteradamente en tono apoteósico sobre los acompañamientos delicados de arpa y, sobre todo, la voz de su vocalista. Florence Welch tiene una voz potente, como su presencia en el escenario, con un timbre de mujer madura, duro, formado, con buenos agudos y que sin apenas esfuerzo consigue llegar a tonos altos y dejar sin aliento al público. Ese “Kiss with a Fist” lo incluyeron como quinto corte del disco mostrándose fuera de contexto del ambiente global. "Kisss..." sólo presenta cierta conexión con la canción que la prosigue “Girl With One Eye” y, es que esta última sin abandonar la línea del resto del álbum olvida la dinámica épica para introducir punzadas de guitarra eléctrica que bien podrían incluirse en un cedé más rockero.



    Quizás el mayor punto a favor de Florence + The Machine, ese barroquismo tan marcado, pueda llegar a ser también su talón de Aquiles pues, la sobrexplotación instrumental y vocal a la que en los 14 tracks de “Lung” nos exponen puede tornarse en demasiado agobiante o cargante en temas como “Rabbit Heart (Raise It Up)”. Si te gusta lo minimalista, calmado, delicado y sin estridencias esta no es tu banda y, mucho menos, el disco de tu vida. El álbum se abre con “Dogs Days Are Over”, tal vez la canción más conseguida de todo el disco, con esos cambios de subidas y bajadas en las que arpa, voz y tambores se entremezclan consiguiendo el sonido único que la banda inglesa explota allá por donde han presentado su propuesta. Sonido que llega a su culmen en el último single extraído, definitivamente (y es que fueron seis), de, hasta la fecha, su último cedé: la vibrante y embriagadora “Cosmic Love”. Además, en la reedición del álbum también tienen cabida para momentos de pequeña locura; como si de una desatada Regina Spektor se tratara en "Bird Song" pasan del tono más épico y operístico a las guitarras y tambores más desquiciantes en escasos segundos para concluir en una atmósfera de sonidos vibrantes entremezclados.



    Poco a poco, con su cabellera roja, su imagen inquietante, su pose de estrella del pop y su voz personal, Florence Welch está creciendo para transformarse en una de las grandes divas del mundo de la música, tal y como demuestra en el videoclip de “You’ve Got The Love” postrada con altanería y elegancia en una luna interpretando a un público que la admira bajo sus pies. Bonito trofeo para una chica que, según cuentan, fue descubierta cantando en unos cuartos de baño públicos (“la acústica de los cuartos de baño es impresionante”, afirmó en una entrevista), que enseñó sus braguitas rojas en una canción guitarrera y formó una banda que aun con un arpa como instrumento principal sonaba demasiado moderna.


jueves, 2 de septiembre de 2010

;

 Scarlett Johansson.

Nos prohiben fumar.
Prohiben olvidar, y recordar.
Nos prohiben morir.
Prohiben el abandono, la tristeza, la alegría, la melancolía, la locura. Las despedidas.
Nos prohiben fumar y morir. Prohiben.


Jude Law.