jueves, 20 de enero de 2011

El chico de los calcetines de Spiderman.


Bjork.


    Tenía unos calcetines de Spiderman. Uno en cada pie. Y cara de sueño. Su cara de sueño siempre me ha gustado bastante, porque es similar a la de cuando no le gusta algo; es como si el desagrado y la apatía se le tornasen en sueño -si a veces no chillara un ¡qué asco! no sabrías si está convaleciente de somnolencia o repulsión-. Y, sobre todo, era muy guapo; a pesar de la cara de sueño, claro. Incluso si hubiese tapado su cara para no dejar mostrar su rostro habría seguido siéndolo. La cuestión es que la gente guapa siempre me ha caído mal, sin excepciones. Pero él tenía unos calcetines de Spiderman. Uno en cada pie.  

    Un día me di cuenta de que me había atrapado con su tela de araña. Cada día había cosido un poquito, sin darse cuenta ni de que lo estaba haciendo, y así, con el paso del tiempo, no dejó ni un resquicio de mi cuerpo sin hilvanar. Pero como lo había hecho con sus pequeños calcetines de Spiderman y esa cara de sueño, la mayor parte de los pespuntes eran infantiles y poco seguros. De modo que desde el día que descubrí su labor de costura el miedo a que algún hilo se desprendiera de mí, y acabara con todos los cosidos, me invadió. 

    Porque, a pesar de ser más guapo, mucho más buena persona, y demasiado más especial que yo, nunca podría caerme mal, porque ahora que sabía que estaba en mi vida no permitiría que nunca saliera de ella; y, por eso, me esmero en que ninguno de los hilos se descosa  y no vayan desprendiéndose, poco a poco y uno a uno,  todos en silencio hasta que volvamos a ser dos desconocidos. 

    Tenía unos calcetines de Spiderman. Uno en cada pie. Y cara de sueño. La misma que cuando no le gusta algo. Y, ahora, además de todo eso, tiene un amigo que guarda con fervor unos infantiles cosidos.

1 comentario:

  1. :) sólo puedo sonreír con cara de sueño tras este texto, (cara de sueño porque estoy recién levantada)

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