viernes, 11 de junio de 2010

Juegos.


Mumford & Sons.


    De pequeños siempre jugaron juntos; a las canicas, al trompo... Fueron creciendo el uno al lado del otro, y sus juegos, al igual que sus viscosas palabras, evolucionaron hacia formas más relacionadas con el intelecto; el ahorcado, los crucigramas... Lo cierto es que en sus vidas nunca hubo pretensión alguna más que el respirar y el sobrevivir y, eso, era lo que les hacía unirse más. Fumaban cigarrillos hasta que las gargantas se les desertificaban y, con el sol rozando las últimas tejas, regresaba cada uno a su casa. Hasta que un día se besaron. No fue una historia de amor, pero los dos se enamoraron. Y los juegos de mesa fueron sustituidos por juegos de cama. "¿Por qué ya no jugamos?", le preguntaba uno. "Ya no hace falta", le respondía el otro sonriendo al mismo tiempo que acariciaba las sábanas. Y mientras uno, sin pensar en el pasado, deshacía y hacía sábanas el otro lo veía en todos lados - en las calles, en las esquinas, en los parques; en el edificio de su casa, sentado en cada una de las cuatro ventanas, sonriéndole, saludándolo, interpretando la canción de los dos. Quiero jugar, se dijo. Y aquella noche besó sus labios, lamió su cuerpo, abrazó su dependencia y vibró dentro de él. Quiero jugar, volvió a decir. Y aquella noche lo mató. Sin remordimientos. Sin lamentos. Desde ese día no volvió a verlo, había desaparecido de las ventanas. Y él, sonrió. "¿Quieres jugar?", dijo esta vez, con una baraja de cartas entre sus manos, a un joven que estaba sentado en una de las cuatro ventanas del edificio. "Tú eres al que siempre veo jugar con otro chico en cualquier rincón, ¿verdad?", "Sí, pero abandonó la partida", contestó. "De acuerdo, pero sólo una", dijo sonriendo. Y así empezó el juego otra vez. Cíclicamente.



Radioheah - "High & Dry"

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