miércoles, 14 de julio de 2010

Venganzas.




Patrick Wolf.





    Con el paso del tiempo se convirtió en una afición. ¿Qué puedo hacer hoy para incordiar a mi madre?, se preguntaba todas las mañanas en la cama antes de levantarse. 

- ¿Por qué tanto empeño en sacarme de quicio?, le decía a cada instante la madre.
- ¡Si es que yo no quería nacer!, contestaba con enfado.

    De modo que de tanto molestarla su actividad acabó por tornarse en repetitiva e inocua. "¿Otra vez has vuelto a hacer esto?, ¡qué poca originalidad!", decía entre risas maliciosas su progenitora. "Haré algo que te sacará tanto de tus casillas que, cuando descubras que he sido yo, no podrás dejar de odiarme," le respondía él con rencor. Así que un día se escondió en el altillo de su habitación, entre las mantas que guardaban en las temporadas de calor. Y, allí, se murió. La madre lo estuvo buscando durante días, pero nunca llegó a dar con él, pues su hijo estaba dentro de casa y su busqueda la llevó a cabo fuera. Y un día empezó a oler mal. Los días pasaron y el olor era tan insoportable que, incluso, llegó a desmayarse. "Maldito olor, maldito olor", chillaba histérica. Y el hijo muerto se reía a carcajadas escondido entre las mantas, pero la madre no lo podía escuchar, pues aunque los muertos griten si ellos no quieren ser escuchados nadie puede hacerlo.

2 comentarios:

  1. Desde luego que estropear las mantas de toda la familia dejando olor a muerto, es lo peor que le puede pasar a una madre obsesivo compulsiva ... :)

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