jueves, 8 de abril de 2010

El viejo en el mar.


 Jude Law.


    Tenía una larga barba blanca, no por tratarse de un viejito canoso, y la piel curtida por el contacto con el sol.

    Con apenas un petate, para guardar sus pocas pertenencias, y un cayado, para poder apoyarse y descansar, emprendió un largo viaje. Un viaje por múltiples caminos, senderos, recorridos  y un solo objetivo. Se propuso encontrar un mar desprovisto de sal.


    Cada vez que alcanzaba uno se adentraba en él, remojando su larga barba, por lo que la sal, con el paso de los años, quedó adherida al pelo, adquiriendo éste una tonalidad canosa.


    Pasaron años y décadas sin alcanzar su preciado tesoro, hasta que un día llegó a un mar carente de sal. Sus aguas calmadas reflejaban el cielo azul. Se adentró en ellas y su barba, al bañarse dentro, las sazonó. El hombre lloró, tanto que sus lágrimas se agotaron y, así, el mar se volvió salado, como todos los demás que existían esparcidos por el resto del mundo y él había visto y analizado.


    Después, llenó sus bolsillos con las piedras que encontró en la orilla y se adentró en el mar, sumergiéndose de nuevo en él. A los tres días una oveja descarriada de su rebaño encontró a un hombre con una larga barba rubia ahogado en el salado mar. Se acercó a beber, pero la sal en el agua la volvió no potable y no pudo hacer otra cosa más que retroceder.


    Y el difunto, sonriendo, se tocó su rubia barba, pues había creado un nuevo mar con la sal desprendida de sus lágrimas y de su barba y, así,  pasaría la eternidad descansando con orgullo ahogado en su creación.

3 comentarios:

  1. sí, yo lo vi, se le veía bastante hermoso flotando en el centro del agua

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  2. Al final, cuando encontró lo que con tanto afán buscaba, lo cambió ...

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  3. Bonita historia, aunque el hombre me da un poco de pena... pero bueno, de todas formas es lo qué él quería...



    Saludos!

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