domingo, 24 de octubre de 2010

Roles.


 Jake Gyllenhaal.

    En el instituto una compañera de clase un día me dijo que yo era bastante creído. Desde el colegio fui coronado con esa etiqueta de empollón que tantos beneficios como inconvenientes ha acarreado a todos aquellos que han ostentado su puesto de honor. La vida de un empollón es, por decirlo de alguna forma, curiosa. Lo que la muchedumbre estudiantil, e incluso los profesores, puede pensar de ellos - de una u otra manera - siempre acabará siendo erróneo pues, por mucho que crean conocer los objetivos que te llevan a sacar buenas notas, nunca descubriran el verdadero motivo.

    Esa compañera también me increpó que yo siempre andara diciendo que iba a acabar suspendiendo tal o cual examen y al final la nota obtenida fuera un sobresaliente. Pero nunca se paró - ella ni nadie - a pensar que aquellas frases mías presagiadoras de mi futuro fracaso eran la causa del resultado contrario. Si estudiaba era para calmar la ansiedad que me producía imaginar no haber logrado el objetivo marcado socialmente. Y esa ansiedad se traducía en sobresaliente. Lo gratificante no era la nota en sí, sino el saber que no habías fallado al resto. Has conseguido lo que se espera de ti por ser quién eres.

    Para mi compañera, y para todos los que estudiaron conmigo, para los que se topaban con mi insignificante cara por los pasillos y no me dirigieron nunca la palabra, siempre seré aquel empollón que disfrutaba sacando sobresalientes. Hace poco alguien que compartió clase conmigo, y con el que me reencontré, me dijo: "tú eres listo, y por eso sabrás de esto de lo que hablamos." Yo no lo sabía, no sabía qué contestar ni qué pensar pues él tenía más idea que yo, pero él desde siempre fue "el tonto" y yo siempre quedaré en su memoria como el empollón, con todo lo que eso conlleva.

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